x

LA IDENTIDAD DE GRUPO

En el pasado, la 'identidad personal' estaba asociada a las divisiones o confrontaciones política. Los ciudadanos, no todos pero en número significativo, se integraban a una gran diversidad de organizaciones políticas con perspectivas teóricas discrepantes, a veces extremadamente conflictivas, como en el caso del liberalismo capitalista y el totalitarismo comunista. La mayoría restante se alineaba, en parte, como simpatizantes de unos u otros y el resto como independientes o indiferentes.

La gran diferencia entre esos extremos consistía en que, en las organizaciones propiamente democráticas, la norma era el diálogo interno a fin de lograr la unidad de las corrientes que las componían, mientras que en las organizaciones totalitarias la mera posibilidad de diálogo interno se eliminaba drásticamente. Para ellas, lo único correcto era la unidad monolítica impuesta para la conquista revolucionaria del poder.

En la actualidad eso ha cambiado radicalmente debido a que, por una parte, las ideologías totalitarias se encuentran sumamente desprestigiadas a raíz del fracaso y caída de la Unión Soviética en 1990 y, por la otra, debido a la proliferación de grupos de todas las apariencias y propósitos imaginables –bajo la forma de organizaciones no gubernamentales, ONGs, o de comunidades sociales y culturales que surgen más bien espontáneamente en torno a ideas específicas y puntuales–, grupos a los que la generalidad de la población adhiere por infinidad de razones no necesariamente políticas, sino más bien psicológicas en el sentido técnico implícito en la idea de "identidad social" desarrollada por el sicólogo polaco Henri Tajfel (1919-1982).

Sin embargo, más allá de los aspectos teóricos del problema, la gran mayoría de tales grupos terminan identificándose o siendo identificados a conveniencia conforme a perspectivas esencialmente políticas.

Lo primero que es preciso considerar aquí es que en las últimas décadas se ha desarrollado una nueva 'metodología de difusión de las ideas', consistente en presentarlas como 'ideologías' reducidas a temas específicos –el feminismo, la sexualidad, la contaminación ambiental, el balance ecológico, el cambio climático, las migraciones, el racismo, etc.– atribuyéndoles un carácter semi-dogmático que sólo procura deslegitimar todo intento de confrontarlas y contradecirlas, lo que obviamente deja a la vista una mentalidad totalitaria.

Sin embargo, como estos problemas son reales, no obstante la falacia del carácter ideológico que se les atribuye, la gente toma consciencia de ellos y adopta posiciones positivas, negativas o indiferentes al respecto. En la práctica, eso ha dado lugar a una tendencia muy marcada prácticamente en todos los rincones del mundo: la creación de grupos, grandes o pequeños, de personas que se identifican con dichas alternativas, al punto de abandonar su identidad individual.

El mayor problema creado por estos grupos es que no participan en el diálogo democrático, sino que, por una parte, son indiferentes a los grupos de otros propósitos y, por otra, sus relaciones con grupos sobre la misma o similares temáticas son más bien de 'confrontación' destinada a demostrar una superioridad que les permite atraer un mayor número de adherentes.

Así, la sustitución de la "identidad personal" por la "identidad de grupo" reemplaza el diálogo democrático por una pugna en la que el único propósito es excluir al adversario.

En su esencia, ¿no es esto una manifestación inconfundible de totalitarismo político?

 

N